25 de enero de 2015

almas recicladas

estaban vagabundeando cerca de aquí,
los miraba y parecían cuerpos lánguidos habitados por sus almas recicladas, caminando bajo el sol que los quemaba y poco a poco marcaba con pecas lo que no puede ver cuando la luna muestra su melancólico rostro en la fría noche de un extraño verano. 
triángulos y constelaciones.
Orión me reclama y todo me parece extraño y distinto.
no soy de acá
no me apetece este festín, ni los célebres fuegos artificiales marcando el inicio de un nuevo número vacío.
quiero sacar esta juventud, esta vejez en las lineas de mis manos.
tiemblo cuando un misil proyecto,
y lo hago con razón
para no quebrarme.
otra vez



Desolación- Gabriela Mistral


La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde 
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera. 
La tierra a la que vine no tiene primavera: 
tiene su noche larga que cual madre me esconde. 

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos 
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito. 
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito, 
miro morir intensos ocasos dolorosos. 

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido 
si más lejos que ella sólo fueron los muertos? 
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto 
crecer entre sus brazos y los brazos queridos! 

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto 
vienen de tierras donde no están los que no son míos; 
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos 
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos. 

Y la interrogación que sube a mi garganta 
al mirarlos pasar, me desciende, vencida: 
hablan extrañas lenguas y no la conmovida 
lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta. 

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa; 
miro crecer la niebla como el agonizante, 
y por no enloquecer no encuentro los instantes, 
porque la noche larga ahora tan solo empieza. 

Miro el llano extasiado y recojo su duelo, 
que viene para ver los paisajes mortales. 
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales: 
¡siempre será su albura bajando de los cielos! 

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada 
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa; 
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa, 
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.